A pesar de que estamos en el siglo 21 y la tecnología ha avanzado (y sigue) a pasos de Godzilla, creo que a la hora de aprender un idioma es mas conveniente continuar con el formato de clases presenciales.
Antes que nada, ojo, no quiero desmerecer ni criticar a los cursos de idiomas virtuales ni en línea que existen, personalmente soy una fanática y promotora del e-learning solo que a la hora de aprender un idioma se necesita a) una gran fuerza de voluntad; b) varias plataformas/apps/herramientas; c) costos e; d) interacción humana.
Un curso virtual va a estar siempre ahí, como la bicicleta estática en casa. ¿Cuántos de nosotros somos realmente capaces de romper con la inercia? Salvo que la motivación sea un ascenso o una beca a-full-todo-pago, el nivel de disciplina y compromiso para sentarse y hacer los ejercicios está a la altura de los dioses del Olimpo (sé que hay semidioses entre nosotros y les admiro y respeto).
En el caso de que estemos interesados en el inglés por ejemplo, las opciones son infinitas y casi perfectas (insisto en la interacción humana) pero lo que cuestiono es la importancia que le damos a extranjeros que no hablan nuestro idioma a que nos enseñen el suyo o a plataformas o tutoriales que pretenden enseñar este idioma a principiantes y cuyos tutores o instrucciones usen el idioma en cuestión para hacer las explicaciones pertinentes. ¿No se supone que si quiero aprender el idioma x, sería lógico que no entienda cuando me hablen en ese idioma?.
También están los que desvirtúan la profesión del docente. Me explico: hablan bien el idioma “x” o es su idioma materno y están pasando por un mal momento económico y/o laboral y ven como “alternativa” para ganarse unos pesos el enseñar este idioma…A la hora de optar por tal o cual método/centro/profesor/formato deberíamos prestar atención y analizar en manos de quién estamos poniendo nuestras esperanzas y nuestro dinero (pie para siguiente tema).
Cuando la decisión casi está tomada, tenemos que analizar otro gran aspecto: el dinero. No por ser virtual, o en línea o presencial cuesta menos o más. A la hora de ofrecer un servicio se consideran parámetros como la planificación, la calidad, la experiencia de la o las personas que están a cargo y de la o las que van a enseñar, impuestos, tiempo, servidores, internet, apps, herramientas…y un sin fin de otros puntos que hacen a la preparación de un curso. No necesariamente por ser nacional o virtual es más barato, ni más caro, ni mejor ni peor.
Por último (en realidad de acá van a salir más temas) pero no menos importante, analizar a quién le confiamos nuestro proceso de aprendizaje. Es conveniente preguntarnos lo siguiente: Este curso/profesor/plataforma/centro… ¿es joven-más o menos- o no tanto?, ¿tiene experiencia?, ¿entiende lo que necesito?, ¿ya trabajó con gente de mi edad?, ¿es flexible en sus horarios, ¿qué expectativas me genera?, ¿me va hacer cantar-jugar-bailar y no/re quiero eso?, ¿estudió para esto?, ¿hay alguien que me pueda dar referencias?…y un sin fin de preguntas más.
En fin, aprender un idioma es un proceso que lleva tiempo y dedicación, sea de manera presencial o virtual, no se pueden quemar etapas y tomar atajos. A mi entender, el balance está en combinar o complementar y en saber sacarle provecho a todo lo que tenemos a nuestro alcance para aprender más, mejor y que de gusto! Lo virtual es súper válido y necesario, acorta tiempos y distancias y empodera. Lo presencial aporta esencia, sustento y valida el aprender a comunicarse que es el objetivo mayor.